domingo, 19 de enero de 2014

Jorun Regina Saxorum

No ocurrió en medio de un sangriento campo de batalla, ni en un Gran Salon de vigas talladas, sino en un olvidado claro de un bosque britano...

Tras ver que no podían remontar el Tamesis, los PJ llevaron el Lagrimas de Freija a la orilla norte del rió, donde encontraron un pequeño embarcadero abarrotado, lleno de barcos cuyos propietarios habían tenido la misma idea.

Bajo la lluvia y entre la niebla,  embarrancan el barco en la arena de la ribera, en un pueblo situado a unas veinte millas de la ciudad , y esta abarrotado de mercaderes que estaban intentando llevar sus mercancías a la misma y ya no pueden hacerlo por la cuarentena. Mientras deciden que hacer, se agolpan en este lugar. Frente a la única posada del lugar hay una larga cola para conseguir un plato de sopa caliente.

Jorun entra pisando fuerte, a la cabeza de los Matatrolls y los Grajos, se coloca ante el mostrador (cita literal: "¿que cola?") y hace que sirvan a sus hombres. Este proceder no hace sino incrementar el resentimiento hacia los sajones. Y es que al parecer, según averigua Marek, la plaga de Londinium se origino en los insalubres campamentos donde viven los britanos que han huido de las tierras ocupadas por Hengist y sus seguidores.

Tras descansar una horas y hacer unas pocas preguntas, deciden ponerse en marcha a través de una calzada romana camino de Aelia Castra, sobre todo para evitar encontrarse con Hengist y su séquito.  Es un viaje largo y duro por caminos embarrados y aldeas olvidadas entre bosques que despiertan a la vida tras el largo sueño invernal, cubiertos por la bruma noche y día. Es como si lentamente fueran abandonando el mundo de la vigilia, y se fueran sumergiendo en un sueño de tiempos olvidados.

En este entorno, es casi normal lo que ocurre una noche, cuando la fatigada compañía, tras dar vueltas durante medio día por los bosques, acaba en una villa romana en ruinas. La investigación de Wulfrig y Thorlot revela que el lugar fue atacado e incendiado por un grupo de sajones en algún momento hace mas de diez años y menos de veinte. Con esta información, Kjallak abre sus ojos al mundo espiritual y ve que la historia aún no ha terminado. En las ruinas de la villa, los espíritus de los muertos aun permanecen. Los espíritus del amo de la villa, su familia y sus sirvientes, se levantan de sus tumbas cada noche, y tratan de revivir sus vidas. Siembran,recogen, incluso limpian y mantienen la vía romana que lleva a la villa. Cuando faltan unas horas para el amanecer, los espíritus sajones que cayeron luchando en este lugar, también abandonan la fosa común en la que fueron enterrados y atacan la villa como hicieron en vida.

Tras barajar el abandonar el lugar, Kjallak y Thorlot convencen a Jorun de que debe ayudar a los sajones caídos a alcanzar el Walhalla. Para ello deben ayudarles a ganar la batalla y derrotar a los espectros de los britanos, de este modo podrán acabar la tarea que no pudieron completar en vida y
ganarse la entrada a los Salones Dorados.

Pero luchar contra espectros y fantasmas no es tarea fácil, Thorlot recoge muerdago de los arboles y derrama bendiciones sobre el, para que los guerreros aten las ramas a sus armas, y así dañar lo que no puede ser dañado, tal y como el dios ciego Hodr daño al hermoso Balder.

Kjallak utiliza sus poderes para invocar ayuda sobrenatural, y consigue que el mismísimo Seaxnet, el ancestro de los sajones e hijo de Woden, baje desde Asgard para ponerse al frente de sus hijos pródigos y guiarles en la batalla. El hijo de Woden tiene la talla de dos hombres, esgrime un hacha acorde a su tamaño y viste esplendidos cota de mallas y escudo , decorados con oro y joyas, forjados por el mismísimo Weyland.

El semidiós se pone al frente de los espíritus de los caídos y dirige la batalla, mientras los matatrolls y los grajos se ocupan de mantener el flanco. Ante tan poderoso ataque, los muertos britanos huyen casi de inmediato, decidiéndose por fin la contienda que tiene atrapados en Midgard a los jinetes. Por fin  las puertas doradas del Walhalla se  les abren de par en par, las valquirias llegan para llevar a los muertos a los salones donde podrán brindar con el Tuerto y los héroes de antaño.
Antes de volver al Reino Dorado, el brillante Seaxneat se detiene un momento frente a Jorun, le pellizca las mejillas con geste de abuelo orgulloso y pronuncia algunas enigmáticas palabras, sobre una apuesta que quizá cambie.

Los grajos claman victoria, encienden hogueras y , tomando a Jorun por sorpresa la levantan sobre sus escudos y la proclaman reina allí mismo, tejiendo una corona con el muérdago usado en la batalla.

Sin embargo, alguien permanece ajeno y apartado a todo esto. Marek, el seguidor del nazareno, no ve nada de todo esto. Ni al brillante Seaxneat, ni los espíritus de los muertos. Se queda rezando apartado mientras estos acontecimientos ocurren. Aislado. Dado de lado.

Al día siguiente, mientras la partida prosigue su viaje hacia al norte por otra antigua vía romana, entre la niebla y la lluvia, una manada de caballos blancos se precipita sobre ellos, surgiendo de entra la bruma como en el relato de un escaldo. Frente a este hecho insólito, los matatrolls reaccionan lo mejor que pueden. Jorun ordena a los grajos formar un muro de escudos,  Kjallak se transforma en lobo para tratar de espantarlos con su aullido, y Wulfrig de Frisa usa el poder de su voz para causar pavor a las bestias y ponerlas en fuga. Pero los matatrolls están hartos de caminar, y no piensan dejar pasar esta oportunidad de hacerse con una montura. El valiente Oswulf, berserk de osuna fuerza, da un poderoso salto, agarra al líder de la manada del cuello y lo derriba, precipitando también la caída de otros dos animales. A la voz de Thorlot las plantas crecen y estorban el avance de los animales, de entre las losas de la calzada surgen ortigas y zarzas, y las ramas de los arboles crecen y azotan a los animales en la cara.
De esta forma, gracias a la magia y su valor, los matatrolls y los grajos consiguen capturar al semental y doce yeguas de la manada. ¿Pero de donde han salido estos animales?, ¿a quien pertenecen?. Los animales no están herrados, ni tienen marca alguna. Las leyendas britanas hablan de sucesos similares, de vacas y caballos llegados del Otro Mundo, alguno de los otros Nueve Reinos del Irminsul.

Parte del misterio se resuelve a una milla de distancia. Junto a la calzada encuentran un antiguo altar de Epona, la diosa britana de los caballos. El altar ha sido profanado con cruces y lemas cristianos, y la estatua de la diosa derribada. Piadosamente limpian el altar, levanta la estatua y purifican el santuario. Entonces, Kjallak, con sus ojos del otro mundo ve como aparece una comitiva de doncellas, unas ataviadas a la manera britana, otras a la romana, con arreos de oro y sillas de plata que colocan sobre las monturas. Estos objetos pertenecen al mundo espiritual, y no pueden verse a simple vista, pero cumplen su cometido, los animales se vuelven mansos y permiten que se los monte.

Y  así unos días despues, Jorun, hija de Hlothere hizo su entrada en Aelia Castra, montada en un gran corcel blanco, el símbolo mas sagrado del pueblo sajón, y tocada con una corona de muérdago, para participar en el consejo de los reyes de Britania.

Continuara....

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