La historia de otro de los PJ: Wulfrig el Lacustre. Un trabajador, un hombre del pueblo, un hombre de Thunnor.
Wulfrig siempre ha vivido en un pantano aprendiendo de su fallecido abuelo, pues su padre salió un día a buscar comida y no volvió. Desde entonces se ha dedicado a cuidar de su familia: su madre y tres hermanos (una chica y dos chicos). Con la llegada de los Hunos todo se complicó: más hambre y más penurias. Apenas había comida para su pueblo y la llegada de más miembros del Clan hizo que las cosas fueran a peor.
Una tarde una hermosa joven vestida con una armadura le pidió que la ayudara en un golpe de mano contra los hunos. Desde entonces se ha convertido en el explorador "oficial" de Jorun, pues así se llama la joven que le pidió ayuda. Wulfrig siempre se ha sentido un poco desplazado de la órbita del clan, como todo su pueblo: paupérrimo y con una vida muy precaria. Sus andanzas con Jorun, Marek, Hvit, Rowen y el resto de los Matatrolls le han convertido en una parte de los matatrolls. Ha viajado a sitios extraños, conocido gentes de alta y baja condición; ni en sus más locos sueño hubiera imaginado tanto.
Estos viajes le han convertido en un hombre más fuerte, no físicamente, aunque sigue siendo algo reservado. Ahora que se siente parte integrada del Clan de los Beorlingas, su admiración por Marek y Rowenn como grandes guerreros y su devoción más absoluta por Jorun quiere convertirse en un fyrdman (guardaespaldas) de su Señora y futura reina del clan.
Durante sus viajes ha descuidado un poco el adiestramiento de sus hermanos pequeños y tiene que buscar un partido para su hermana, aunque esto puede esperar. También tiene que convertirse en un guerrero: un frydman. Y sobre todo buscar una mujer con quien compartir su vida y que le de hijos a los que enseñar a ser un beorlinga, un orgulloso sajón.
Hace unos meses creyó encontrar a la mujer, una doncella feerica a la que ayudo a rescatar de un estanque hirviente. La doncella le mostró su gratitud compartiendo un "momento de dulzura" con el. Pero tuvieron que marcharse, y no volvio a saber nada de ella hasta meses despues, cuando su madre encontró a la puerta de su casa un canasto en el que había un bebe con orejas puntiagudas.
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