Pero no tienen mucho tiempo Al día siguiente de haber recibido un jarro de agua fría por parte de Vortigern, el Alto Rey vuelve a convocar a Jorun, esta vez, pide específicamente que la acompañe su guardia de corps, "los así llamados matatrolls".
Vortigern los recibe en la sala principal de la basílica cívica, una nave de 12 pies de alta, decorada con fasces, laureles y membretes con el SPQR. Lo hace junto a sus hijos mayores Kertigern y Vortimer (acaba de tener otro, Cerdic, con Rowena). Los dos príncipes dirigen a los matatrolls miradas claramente hostiles, mientras Vortigern escucha el caso contra Hengist que los PJ tratan de levantar. Cuando relatan que Hengist encargo el asesinato de su cuñada y sus sobrinos, el joven Kertigern estalla y grita: "Ves, padre, esta gente no son más que animales salvajes y no se puede confiar en ellos. Lo que hay que hacer es librarse de ellos". Vortimer permanece callado, aunque tampoco reprende a su hermano hasta que la guardia de mercenarios de Vortigern les obliga a abandonar la estancia.
"Bueno, vayamos al grano de una maldita vez.", dice Vortigern. Les ha llamado por que la guardia de corps de la princesa Jorun (marca mucho lo de princesa), tiene fama de haberse enfrentado a monstruos y gigantes, y tiene una situación claramente a su medida. Una aldea cercana, Lomas Altas, no ha entregado el tributo de víveres que se les ha ordenado proporcionar para que el collegia pueda celebrarse debidamente. Como excusa han dado una bastante pobre: Que cuando estaban reuniendo los cerdos para llevarlos a Aelia Castra, apareció un gigante y se los llevo. Absurdo. Pero ya que están aquí, los matatrolls podrían comprobarlo.
Muy contrariados por la aptitud de Vortigern, y dudando si dejar a Jorun aunque solo sea por un par de días en este nido de intrigas, finalmente algunos de los matatrolls deciden cumplir con los deseos del alto rey. Así que Rowen, Marek, Tullio, Wulfric y Wulfrig. Y casi lo olvido, también Kjallak. Desde que se ha convertido en un dandi romano es fácil olvidarlo.
Parten camino a la aldea montados en las yeguas blancas de Epona. En el trayecto aparece una vez la sempiterna niebla que tan a menudo se están encontrando, que les hace dudar en cual de los Nueve Mundos se encuentran, pero estas dudas desaparecen cuando llegan a Lomas Altas, por lo demás una típica aldea britana de casas de madera.
Lo que ya no es tan típico es el recibimiento a voz en grito que les da una anciana: "Todo es culpa vuestra, antes estas cosas no pasaban, solo desde que llegaron los sajones". Pronto otros habitantes de la localidad la hacen callar, mostrándose totalmente cooperativos, ya que saben muy bien lo que se están jugando.
Según el jefe de la aldea, el incidente con el gigante es solo el ultimo de muchos sucesos extraños ocurridos en los últimos meses: fuegos fatuos, hadas, goblins robando la leches. Y el cercano bosque de allende, donde los lugareños solían obtener leña y comida, se ha ido volviendo con los años mas espeso, oscuro y traicionero. Ya nadie se atreve a entrar en el durante el invierno.
Así preparado el ambiente, el jefe acompaña a los PJ al lugar donde el gigante se llevo a los cerdos. Se trata de un prado cercano al bosque, ya que los cerdos suelen vivir asilvestrados en sus linderos y era este el lugar donde los estaban reuniendo. En ese momento el gigante, cuyas huellas pueden ver y que media mas de sesenta pies, vino y empezó a meterlos cerdos en un saco enorme que llevaba consigo. Veinte se llevo el gran bellaco.
Ante la evidencia, los matatrolls deciden seguir el rastro de la criatura. El bosque esta lleno de huellas del gigante, sumamente fáciles de seguir. Poco a poco la niebla se espesa y de la fronda pasan a un paisaje de colinas, donde empiezan a oír el aullido de los lobos y a entreverlos entre las hilachas de bruma. Kjallak usa su mascara de lobo para transformarse en una de estas criaturas y con un terrible aullido amedrentarlos.
De nuevo se encuentran en medio de una arboleda, aunque en esta el verde de las hojas es mas profundo, y la penumbra mas oscura. Pronto empiezan a oír malévolas risotadas, mientras la realidad misma parece alterarse, las ramas cobran vida, y las yeguas se encabritan. Los duendes utilizan su glamour para hostigar y torturar a los matatrolls, y al final todas las yeguas huyen salvo la montura de Wulfric el Lacustre.
Wulfric ha abatido con una flecha a uno de los duendes, y estos, llenos de ira llaman al gigante, de nombre Blado, que acude raudo a acabar con los ladrones de cerdos en compañía de su fiel can, Colmillo.
En realidad Blado no mide sesenta pies. Más bien veinte. Veinticinco como mucho. Blado carga contra los matatrolls y casi deja seco a Wulfrig de su primer mazazo, pero los sajones son duros de pelar y pronto se rehacen.
Cual astutos lobos, forman un circulo de metal y madera en torno al gigante y su fiera. Aunque escudos y armaduras quedan astillados y abollados, la carne de los beorlingas no sufre mas quebranto. Prestos rodean a sus adversarios, y primero el fiel Colmillo y luego el propio Blado sufren la mordedura de la serpiente de acero, y el agua de la batalla corre en el suelo del bosque, tornando la negra tierra de color carmesí. Y así, el vástago de Ymir se derrumba sobre el mar escarlata entre los gritos de jubilo de los hijos del oso.
Impresionante documento del momento. |
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