Deciden no esperar unos días sino volver al Otro Mundo ese mismo día, al ocaso. Y por supuesto, les están esperando. Los esbirros de Artorio, los Pájaros de Sangre, los cuervos rojos que vieron la primera vez que cruzaron a Alfheim, les aguardaban impacientes, y caen sobre ellos con gran saña.
Esta es una nueva experiencia para los beornlingas. Los cuervos rojos no son un solo enemigo sino una multitud, que no presenta un blanco claro para lanzas o espadas. Sus acerados picos causan heridas a los bravos sajones, cuyas armaduras y escudos aun no han sido reparados tras su combate con los Leones de Mitra.
Los beorlingas sufren serias heridas en su combate con la muerte roja y alada, y cuando consiguen vencer al enjambre, ven como una banda de jinetes acorazados desciende desde lo alto de la colina. Viéndose incapaces de enfrentarse con la hueste sármata en su estado actual, se retiran rápidamente de vuelta a Midgard.
Una vez llegados al mundo de los mortales, se atrincheran rápidamente entre las ruinas de la villa en lo alto de la colina, esperando que Artorio y sus jinetes crucen desde el Reino de las Hadas en busca de venganza. Sin embargo, el príncipe elfo no pueden o no quieren cruzar al Reino de los Mortales. Cuando se aproxima el alba, un momento en el que se cruzan los mundos, los PJ deciden aprovecharlo para volver a la villa de Artorio. Nada mas cruzar el umbral se encuentran con un grupo de guerreros sármatas lanza en ristre, preparados para cargar contra ellos.
Pese al sobresalto inicial, los Matatrolls pronto ven la verdad a través de las ilusiones y espejismos del señor elfo. Solo hay dos jinetes auténticos, el resto son ilusiones. Los dos jinetes les atacan con sus arcos, pero pronto son despachados por las flechas de Wulfric.
Con los centinelas eliminados antes de que puedan dar la alarma, se acercan sigilosamente a la villa en lo alto de la colina. Un solitario jinete patrulla a su alrededor, y pronto es eliminado así como su jinete. En el interior de la villa, encuentran a Artoria tocando una lira sentado en el borde de la fuente del atrio. La chica no quiere irse, no atiende a razones y pronto ven que esta claramente bajo un encantamiento de su "padre" feerico. Sin titubeos la dejan inconsciente de un golpe y emprenden el camino de vuelta a su hogar.
Justo a tiempo, Artorio por fin se ha dado cuenta de lo que esta sucediendo y el y sus seguidores pican espuelas para alcanzar a los aventureros. Estos fuerzan la marcha todo lo que pueden, pero los jinetes les alcanzan junto al Portal entre los dos mundos.
La mayoría de los beorlingas siguen corriendo en pos del portal, para llevar a Artoria al otro lado y poner así fin al encantamiento. Tres se quedan atrás para darles tiempo, tratando de aguantar la embestida sármata: Wulfric, de flecha certera, Rowen, portadora de la espada jotunm y Marek escudo firme.
Duro es para el que lucha a pie soportar la carga del jinete y su caballo. Aunque Wulfric lanza sus pájaros de muerte y estos pican hondo, Rowen y Marek deben resistir la carga de los guerreros montados. Hondo muerde la espada de Artorio, más eso no es todo. Los caballos de los jinetes, no son los animales pequeños y asustadizos a los que los sajones están acostumbrados, sino criaturas feericas capaces de luchar por si mismas. Tras aguantar el ataque de lanzas y espadas, los eotenbaum deben soportar un diluvio de cascos que amenaza con quebrar brazos y costillas. Sus armaduras, caen hechas jirones, y el agua de la batalla mana de su cuerpo. ¿Puede ser este su final, ante tan terrible asalto?.
Gracias a los dioses, no es así. Sus fieles compañeros consiguen cruzas a tiempo el Umbral y pasar a Midgard con Artoria, deshaciendo el encantamiento. Ante los ojos de los tres bravos, las imágenes de caballos y jinetes se difuminan hasta desaparecer, apareciendo en su lugar una bandada de cuervos, uno de ellos con un aspecto especialmente grande y terrible.
El Encantamiento de Artorio, lanzado en los tiempos del Cesar Comodo, se ha quebrado, y la verdad tras sus mentiras y espejismos ha sido revelada. Los tres valientes aprovechan raudos el momento para abandonar el país de los elfos, mientras a sus espaldas escuchan un iracundo graznido que promete venganza.